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OTRA MIRADA

¡QUE NO INVENTEN ELLOS!

A veces me gustaría tener la mentalidad de un inventor para poder poner en práctica técnica algunas ideas que se me ocurren esporádicamente y que me parecen humildemente aprovechables. La pena es que estamos en un país donde la mayor fuerza inventiva se d edi ca a que haya espabilados económicos y no se incentiva suficientemente la genialidad que pueda tener alguien de crear algo que beneficie al conjunto de la sociedad.
La famosa frase con la que Unamuno definió a través de sí mismo un espíritu muy común en esta península ibérica sigue vigente. “Que inventen ellos”. Eso dijo el escritor de la generación del 98, como si sellara las fronteras españolas para que el ingenio creativo permaneciera fuera.
Recuerdo de pequeño una película que me impresionó y que como ocurre a menudo por estas tierras envolvía con tono de com edi a un tremendo drama cultural.  Se trata de la Historias de la radio, del año 1955, dirigida por Luis Sáenz de Her edi a. En ella se cuentan varias historias relativas a la radio de los años cincuenta. Una de ellas define perfectamente la España de esos años, autárquica, tremendamente aislada, que se negaba a permitir la penetración que el desarrollo científico estaba llevando a cabo en otras sociedades de su entorno que progresaban aceleradamente.
La historia de la que hablo es la que protagoniza Pepe Isbert. Un amigo y compañero ha inventado un pistón que revolucionará los motores. Se trata de un invento que vale una fortuna, pero en la España de entonces no existía posibilidad de que quien lo creó saliera de su agujero. Ambos se lamentan porque carecen del dinero necesario para patentarlo y lanzarlo al mundo. Entonces los dos protagonistas de esta historia escuchan por la radio el anuncio de un concurso. La primera persona que llegue a la emisora en el centro de Madrid, vestida de esquimal, recibirá un premio de 2.000 pesetas.
Los dos hombres se miran desde su profunda tristeza y Pepe Isbert toma la iniciativa. Consigue el disfraz y sale corriendo hacia la emisora. En la puerta se encuentra a otro esquimal y entre los dos se pelean para ver quién es el primero. Finalmente, después de su discusión, Pepe Isbert logra coronarse y llegar el primero a la meta.
Toda la ridiculez de la escena en la que los dos esquimales se pelean es un angustioso y triste reflejo de una sociedad en la que durante siglo sectores poderosos del clero y la aristocracia rechazaron la creatividad y, con ello, cualquier cambio cultural que pudiera remover las estructuras sociales en las que estaban cómodamente asentados.
Comencé este artículo pensando en la posibilidad de crear una máquina que midiera la sensibilidad social que conservamos hacia ciertos temas. Estaría bien tener un diagnóstico de, por ejemplo, cómo sentimos los ciudadanos la muerte de hombres y mujeres que se lanzan sin saber nadar a un mar que les une y les separa de nosotros para mejorar su vida. Pero me temo que no existirá, así es la cosa. Y lo digo porque conozco algunos casos de personas con cerebros brillantes que se visten metafóricamente de esquimales para conseguir que los que inventen no sigan siendo ellos.
Publicado el 7 de noviembre de 2007

EL TIEMPO

Las almejas son moluscos bivalvos que desarrollan su vida en las orillas de los ríos o de los océanos. Esconden su cuerpo bajo la arena, entre cinco y treinta centímetros, y se alimentan de microorganismo que absorben del agua. Muchos las conocemos por haberlas visto en un plato, cocinadas a la marinera, invitándonos a degustarlas. Pero a partir de ahora van a ser más conocidas por su inigualable esperanza de vida.
Científicos de una universidad galesa han descubierto en la costa de Islandia una almeja viva de 410 años de edad. Se trata del molusco más viejo del planeta, nacido aproximadamente en el año 1597. Ser almeja durante cuatro siglos no debe resultar extremadamente complicado, cuando tu trabajo en la vida es filtrar arena, comerte los microorganismos y sacar una especie de lengua de vez en cuando para recolocarte.
Pero si por un momento me imaginara que yo hubiera nacido hace 400 añitos me cuesta entender cómo me encontraría de animo, que seguramente sería mi mayor preocupación. Ser almeja durante tanto tiempo debe ser mucho más fácil. Aunque a pesar de todo creo que sería bastante optimista.
En 1597 Miguel de Cervantes y William Shakespeare estaban imaginando y elaborando algunos de los momentos más gloriosos de la literatura universal y España asentaba su imperio colonial. Si en ese año yo hubiera abierto los ojos al mundo es posible que nunca hubiera podido asimilar tanta transformación.
Ser almeja es más fácil porque ese tipo de moluscos no organizan guerras por el territorio, prefieren moverse a un lado antes que pelearse con otro bivalvo .
Desde que la almeja islandesa nació cientos de millones de personas han muerto violentamente en nuestro planeta, una máquina de generar sufrimiento humano. Pero las almejas sienten bastante poco y padecen menos. Sobre todo no sufren por la humanidad de las almejas, que sería lo que me hubiera envejecido el ánimo en todos estos años.
Hubiera sido muy duro ver guerras en las que miles de hombres morían para que un déspota u otro ocuparan un trono, cómo los mercaderes de la miseria se enriquecían con el tráfico de seres humanos, a los que vendían como esclavos, cómo durante siglos las mujeres han sido en cuestión de derechos un apéndice de los hombres o cómo la infancia consistió durante siglos en aprovechar para el trabajo el esfuerzo de los niños en cuanto eran capaces de levantar una piedra.
La almeja finlandesa no se ha enterado de todas esas desgracias, encerradita en sus conchas y ajena a las catástrofes que el ser humano ha ido construyendo en su empeño por conquistar la naturaleza a cambio de perjudicarse a sí mismo.
Si yo hubiera vivido esos cuatrocientos años me hubiera convertido en una piedra, en un ser “apenas sensitivo”. La contemplación de tanto horror quizás me hubiera convertido en un ser inanimado, incapaz de sentir y compadecerme por lo que ocurriera a mi alrededor. Sólo algunas cosas me hubieran sorprendido hasta la indignación. Algo como las declaraciones de Acebes, cuando decía estos días que él nunca ha mantenido una teoría de la conspiración con respecto al 11M. ¡Vivir 400 años para ver!
Publicado el 31 de octubre de 2007

LA PATADA

Veo atónito las imágenes en las que un joven agrede a una joven ecuatoriana en un acto de violencia racista. Se trata de un joven de 21 años que para atenuar su culpa asegura que estaba borracho.
La escena ocurrió el pasado siete de octubre. El joven Sergi Xavier M.M. iba en una tren de cercanías hablando por teléfono. La joven agredida iba sentada tranquilamente cuando su agresor le propinó un par de bofetadas y la llamó “inmigrante de mierda”. Ella permaneció muda, inmóvil y asustada. Él continuó hablando por teléfono, quizás narrando su increíble hazaña a algún amigo ante el que quería presumir.
Después del primer ataque Xavier se acerca hacia la puerta del vagón. Parece que va a apearse y que la joven se va a librar de él. Pero de repente, quizás por que su interlocutor telefónico le dobla la apuesta, regresa en dirección al lugar donde se encuentra la joven y le da una patada en la cara. Así sella su bravuconería, mientras sigue con el teléfono en la oreja.
A dos metros del rincón del vagón, en el que ha ocurrido todo, un joven observa cabizbajo, sin querer intervenir y ayudar a la joven. Si hubiera hablado se habría metido en una pelea o quizás hubiera conseguido detener la agresión antes de la patada. Prefiero pensar que el miedo era lo que paralizaba su voz y sus piernas.
En su declaración ante un juez, el agresor aseguró que se encontraba bajo los efectos del alcohol. A lo largo de mi vida me he encontrado a muchos borrachos y nunca les he visto dando patadas o puñetazos. La joven a la que agredió se encuentra en tratamiento psicológico, con pánico a salir a la calle por miedo a que la agredan. Cuánto miedo había en ese vagón.
La justicia debe ser contundente en casos como este. Un delincuente de esa calaña no debería tener ni una mínima sensación de impunidad. Al contrario, debería escarmentar y entender que la violencia no es un recurso. Debería aprender que esa superioridad que ha mostrado por su fuerza física y “su raza” es falsa y miserable.
En cuanto al espectador inmóvil ante el hecho en el fondo nos representa un poco a todos. Su parálisis nace de la incapacidad para resolver un conflicto violento, algo para lo que no estamos educados. Y ocurre en un país en el que durante varias décadas millones de personas se cruzaron de brazos mientras la dictadura pateaba a millones de ciudadanos que eran diferentes en sus ideas políticas. Y eso es algo colectivo que deja un poso en nuestro comportamiento. La agresión es un delito contra toda la sociedad, no un hecho que afecta aisladamente a quien la sufre. Y el que no hace nada por evitarlo está colaborando con su silencio.
Por suerte no ocurre siempre así. Ayer un revisor de un tren de cercanías en Girona estaba haciendo su trabajo en un vagón. Al entrar en él, sólo le pidió el billete a un ciudadano negro que se negó a dárselo para protestar por el retraso del tren y por sentirse discriminado. El revisor trató de presionarle y medio centenar de pasajeros reaccionaron contra él. Una buena lección para el revisor y para todos nosotros.

UN PREMIO INCÓMODO

El ex vicepresidente del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, Al Gore, ha recibido el último Premio Nobel de la Paz , por su labor como director de un documental acerca del cambio climático y por su lucha para concienciar al mundo de la urgente necesidad de hacer caso a lo que numerosos grupos ecologistas llevan décadas denunciando.
La noticia de la concesión del premio ha despertado mi espabilada capacidad para dudar; y esta vez no tengo todas conmigo acerca de la habilidad de los miembros de la Academia Sueca para detectar causas por las que premiar a alguien en cuestiones de lucha por la paz. En un mundo en el que diariamente asistimos a la existencia de conflictos armados, violaciones de derechos humanos y tremendas injusticias económicas y sociales, parece difícil pensar que no haya una persona con más méritos +que Gore para recibir ese reconocimiento.
No tengo nada contra Gore, pero su pertenencia a un gobierno que ordenó bombardeos o que no quiso ratificar el protocolo de Kioto me hacen dudar de su candidatura a un premio de tanta repercusión internacional. Por no hablar de los defectos que numerosos científicos del mundo han detectado en la visión alarmista que ha tratado de comunicar en su oscarizado documental, Una verdad incómoda.
Premios como el Nobel deberían tener ciertas reservas a la hora de otorgar sus galardones a personajes con carrera política, cuando lo único que hacen es cumplir con su obligación y reciben a cambio el sueldo que les pagan puntualmente sus ciudadanos.
También le ha sorprendido el premio a mi amigo Jorge, un experto desconocido en detección de conspiraciones. Asegura él que los organismos que mueven los grandes poderes internacionales utilizan puntos de fuga para que la izquierda internacional mire hacia otros lugares. Dice que la ecología es una buena causa para que la gente no luche por el fin de la pobreza y el reparto de la riqueza. Quizá ese es uno de los efectos colaterales y tenga parte de razón. Pero la situación ecológica de este planeta es preocupante y no es el señor Gore el que ha hecho una revolución al respecto.
Mi hija Julia tiene nueve años. Y desde que era pequeñita ha tenido una cierta preocupación por el medio ambiente; y no me refiero sólo al hecho de que me haya hecho prometer que dejaba de fumar hace un mes y lo haya conseguido. Le preocupa que abra demasiado tiempo el grifo del agua, que deje una luz encendida o la cantidad de humo que el coche, en el que la llevo al colegio, lanza a la atmósfera.
Ella tiene esa conciencia sin haber visto en su vida el documental de Al Gore. La tiene porque antes que Gore ha habido numerosos ecologistas en el mundo que han decidido cuidar la naturaleza, que han protestado por los abusos del hombre, que han conseguido que gobiernos muy contaminantes como el nuestro hagan un Ministerio de Medio Ambiente, para tratar de solucionar problemas. A ellos les quiero dedicar esta columna; a los que cuidan de los vertidos en sus pueblos, a los que nunca irán a una gala de los Oscar para recibir un gran aplauso que tienen muy merecido.

MEJOR CON MEMORIA

MEJOR CON MEMORIA

La Ley de Memoria Histórica que llevaba tres años recorriendo el limbo parlamentario parece que verá la luz antes de que termine esta legislatura. Siete partido políticos están dispuestos a aportar los genes de su paternidad, para que por primera vez el Estado ofrezca reconocimiento a los miles de hombres y mujeres para los que la destrucción democrática del general Franco supuso una trag edi a.
Ya era hora de que se abriera en condiciones un debate acerca del pasado reciente. Los países de nuestro entorno europeo hace años que se preocupan por ana lizar sus orígenes recientes. Es la mejor forma de conocer la identidad que tenemos y saber cómo y hacia dónde podemos ir.
En estos años de recuperada democracia, tras la muerte de Franco, miles de personas que padecieron la dictadura han muerto sin ningún reconocimiento de las instituciones. En cualquier país que valore su democracia los hombres y mujeres que lucharon por recuperar la libertad.
El Partido Popular se ha opuesto frontalmente a la ley. Los argumentos de la derecha mayoritaria son una demostración del uso político de la doble moral. Rajoy, Acebes y Zaplana dicen que la sociedad española hace tiempo que decidió mirar hacia el futuro. Lo dicen los miembros de un partido que cuando formaron parte del gobierno de Aznar financiaron a la Fundación Francisco Franco con dinero público y asistieron en el Vaticano a numerosas canonizaciones de mártires católicos de la guerra civil, demostrando que hay un pasado que sí les parece bueno mirar.
Los argumentos que repiten son muletillas. “La ley de memoria histórica divide a los españoles”. Es una frase efectiva si uno no piensa en lo que significa y se deja llevar por la permanente amenaza de que nos dividamos. Pero resulta que los españoles estamos permanentemente divididos porque no formamos parte de una masa uniforme. Estamos divididos entre ricos y pobres, en gente más y menos educada, en gente que vive en el campo y que vive en la ciudad.
También acostumbran a decir que el Gobierno ha dividido al Congreso de los Diputados promoviendo esta ley. Pero resulta que somos los españoles los que dividimos con nuestros votos el Parlamento. En concreto, tras las últimas elecciones de marzo de 2004, los electores de todo el Estado decidimos que los 350 diputados electos se dividieran en nueve grupos.
Son formas de desviar la atención y no hablar sobre la responsabilidad que tiene el Estado para reparar a los miles de hombres y mujeres que padecieron la represión; para eliminar los cientos de calles y monumentos d edi cados a militares y civiles que secuestraron la democracia de este país durante cuarenta años; para buscar a los miles de desaparecidos que todavía permanecen en fosas comunes; para enseñar en los colegios una historia que millones de ciudadanos desconocen y para construir una sociedad que cuando se refiera a los demócratas, hable de los hombres y mujeres que no soportaban una vida sin libertad y se jugaron la suya para que todos la tuviéramos.

Publicado el 10 de octubre de 2007

ELEGIDOS Y OLVIDADOS

ELEGIDOS Y OLVIDADOS

Es curioso cómo ha aumentado en los últimos tiempos el poder de un ciudadano. Debe ser un síntoma de la gran madurez democrática que ha alcanzado nuestra sociedad. Un joven que puede tener un contrato extremadamente temporal, más o menos formación, con un sueldo que le hace soñar con ser mileurista, tiene ahora la capacidad de poner a todo un país patas arriba. Basta con que tenga una fotografía en una mano y un mechero en la otra, para que aplique los mecanismos que llevan a cabo la combustión delante de un medio de comunicación y desencadene una crisis política de dimensiones imprevisibles.
Un presidente de una comunidad autónoma anuncia su intención de llevar a cabo un referéndum acerca de la soberanía de su territorio. Legalmente no puede ser vinculante pero quizás debería tener derecho a hacerlo, entre otras cosas porque se trata de una consulta que no tendría consecuencias mientras no cambien artículos de nuestra Constitución que parecen inamovibles. Pero esa simple declaración, que podía ser una noticia más entre montones de ellas, se convierte en una catapulta que puede desestabilizar nuestra convivencia.
Un joven futbolista sufre un ataque cardiaco o un infarto cerebral en un terreno de juego donde se enfrentan dos equipos de primera división. Cae al suelo y después de sufrir una pequeña recuperación es trasladado a un hospital donde es ingresado en estado de extrema gravedad. A los pocos días desembocará en su muerte. En el transcurso de su agonía y de su entierro el país se muestra totalmente conmocionado; los telediarios abren con conexiones en directo con el hospital o el tanatorio y miles de personas acuden a rendirle honores. El impacto mediático se desborda.
Un hombre se acerca a la Subdelegación del Gobierno de Castellón. En una mano lleva un mechero y en la otra una pequeña garrafa. Se rocía el cuerpo de gasolina y se prende fuego a sí mismo para protestar por la imposibilidad de darle a su familia una vida más o menos digna. Las imágenes de su cuerpo ardiendo dan la vuelta al mundo. Quince días después muere solo en el hospital donde había ingresado. No era una fotografía, era un hombre. Pero a nadie le interesa narrar la desesperación que debe padecer un padre de familia para llegar a ese extremo y causarse un sufrimiento de tal dimensión. Su muerte no escandaliza, no impacta, se diluye en el arroyo de la actualidad.
Dos días después de la muerte del futbolista, un obrero que trabajaba en una obra del AVE a Barcelona murió aplastado por una bobina de cable de tres toneladas de peso. Se trataba del décimo primer muerto en un accidente laboral de la obra del AVE a Cataluña. Fueron once hombres que no tuvieron unidades móviles para contar su tragedia, ni ríos de tinta que relataran lo sucedido.
Muchos empresarios, sin referéndum previo, se independizan de la legislación vigente en cuestión de riesgos laborales; pero eso no escandaliza a la clase política, aunque cause cientos de muertos anuales en nuestro país.
                                                                                             
El dolor en el entorno de todos los que han padecido esas tragedias es igual de intenso y desgarrador. Pero el diferente impacto que han tenido es simplemente indignante.

LOS ACCIONISTAS DE LA MUERTE

LOS ACCIONISTAS DE LA MUERTE

La producción en cadena de asesinados que está llevando a cabo el gobierno de George Bush en Irak es un inmenso negocio; y no sólo por el hecho de que el suelo del país guarde inmensas bolsas de petróleo. Los magnates de la muerte inventan nuevas líneas de negocio porque nunca se conforman.
En esta última guerra de un Bush se ha puesto de largo una nueva línea de negocio que nace de la privatización de la violencia bélica. Antes, las empresas norteameric ana s fabricaban el armamento y lo vendían, a veces saltándose los bloqueos internacionales porque el dinero, y especialmente el sucio, no tiene fronteras. Ahora que la tecnología necesita personal cualificado para producir muerte, las nuevas empresas de la guerra aportan, además del armamento, el soldado mercenario.
En Irak actúan en la actualidad varias empresas de “seguridad” norteameric ana s, que se d edi can a la gestión de recursos más bien inhumanos. Se trata de compañías de asesinos, que participan, exentos de un mínimo escrúpulo, del botín que el gobierno de George Bush está extrayendo del suelo iraquí.
Son soldados sin alma, y muy bien pagados, que gracias a la cobertura y connivencia del ejército enviado por Bush han llevado a cabo algunas carnicerías de civiles. La última de ellas ocurrió el pasado 16 de septiembre en las calles de Bagdad. Un convoy de mercenarios de la empresa Blackwater (agua negra) se detuvo en una calle céntrica y comenzó a disparar ráfagas de ametralladora a diestro y siniestro.
En total fueron diez los civiles que paseaban por la calle o conducían sus coches y  murieron a causa del “fuego amigo”. Policías y periodistas que fueron testigos de la matanza aseguran que los mercenarios norteamericanos dispararon a todo lo que se movía. Seguidamente el convoy de Balckwater salió precipitadamente del lugar sin preocuparse por la gente a la que había asesinado o herido.
Blackwater es una empresa cuyo vicepresidente, Coffer Black, es considerado el organizador de numerosas operaciones clandestinas de la CIA. Entre sus grandes amigos se encuentran: Dick Cheney, vicepresidente de USA; y el ex secretario de Defensa, Donald Rumsfeld; casualidades de la vida.
Las autoridades iraquíes abrieron inm edi atamente una investigación y la decisión de los mandos norteamericanos fue la de sacar a todos los miembros de la empresa del país para que puedan disfrutar en USA de toda la impunidad que necesiten.
Lo que nunca se podrá saber es cuántos de esos civiles han muerto a causa de las balas amigas del tío Sam. La ayuda de George W. Bush al pueblo iraquí ha consistido en buena parte en destrozarles la vida a miles de personas. Con la garantía de que la legislación internacional sobre derechos humanos no conseguirá que esos asesinos a sueldo tengan que responder por sus crímenes ante la ley.
El mundo se ensombrece cuando la carroña económica colabora con el poder político. La vida se vuelve oscura. Por eso, si alguien cierra los ojos ante las injusticias se está convirtiendo en un mercenario de la impunidad.


Publicado el 26 de septiembre de 2007

¡QUÉ HERMOSA ES LA IGNORANCIA!

¡QUÉ HERMOSA ES LA IGNORANCIA!

La progresión de España en algunos indicadores sociales es sorprendente, y mucho más si los contrastamos a nivel internacional. Especialmente significativa es la diferencia que con respecto a otros países en algunas de sus condiciones de vida. La sociedad española ha conseguido el lugar que se merece en el panorama internacional. Y todo hace prever que si las tendencias económicas y políticas continúan como hasta ahora, seguirá siendo así.   
La Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) presentó ayer en París su informe anual sobre educación. Hace doce meses que hablé de él, pero es que cuando he leído un resumen del mismo mi indignación se ha incrementado hasta límites que yo mismo desconocía. La parte del mismo d edi cada a nuestro país es para empezar a llorar y no parar de hacerlo hasta el fin del presente siglo.
Resulta que este país en el que escribo, que presume de ser la octava potencia económica mundial, que crece a un ritmo superior al de la m edi a europea, que multiplica el número de ciudadanos entre la lista de los más ricos del planeta, es uno de los “peor educados” de entre los 29 que forman parte del estudio de la OCDE.
Parece tremendamente desolador ver que somos uno de los países con el peor nivel de formación entre los jóvenes. Y no sirve de consuelo que las cifras macroeconómicas sean triunfales si lo que se está construyendo es un espejismo en el que la economía nos permite aparentar una formación de la que carecemos.
La cosa tiene sus razones. Algunas son históricas; venimos de un régimen dictatorial que tenía como principal objetivo educacional la formación del “espíritu nacional” y buscaba la producción y reproducción de adeptos y no la de potenciar los intelectos. Y como las cosas se heredan, pues en esas estamos todavía.
La inversión española en educación, el año pasado, fue del 4,7% del Producto Interior Bruto. La m edi a europea fue del 5,8. Aunque manejando esos porcentajes parece pequeño, lo que representan es que España invierte un 25% menos en educación. Hablamos de muchos millones de euros que deberían invertirse en mejorar las instalaciones, re-formar al profesorado y fomentar la integración para que todos los alumnos tengan oportunidades.
Si los políticos a los que les pagamos el sueldo se tomaran en serio su trabajo, se encerrarían inm edi atamente en el Congreso de los Diputados y no saldrían hasta encontrar una solución a ese gravísimo problema. Eso deberían hacer si fueran responsables, a no ser que prefieran ejercer sus funciones en un país con un bajísimo nivel de formación, para que los ciudadanos les controlen menos y no tengan un espíritu crítico “bien amueblado”.  
La mejor inversión que puede hacer un país es la educativa, porque permite a los ciudadanos ser más conscientes del mundo que les rodea y darles la posibilidad de realizarse, de estar más satisfechos con su vida y defenderse de los abusos. No ejercer esa prioridad es condenarnos a p edi r la vez y colocarse a la cola del futuro.
Publicado el 19 de septiembre de 2007

DE BANDERAS Y MITOS

DE BANDERAS Y MITOS

Recientemente Manuel Fraga ha hecho unas declaraciones asegurando que no debíamos “repensar los valores esenciales de España”. Cuando oigo ese tipo de declaraciones trato de imaginarme a España como una sustancia química que tiene una fórmula estática, inalterable, pero no lo consigo.
La derecha posfranquista que representa Manuel Fraga habla a menudo de “la esencia de España”, como si hubiera algo de nuestra sociedad que fuera inmaculado. Según la definición de la Real Academia , la esencia es “aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas”.
En una sociedad pocas son las cosas que permanecen invariables. Las declaraciones de Fraga representan perfectamente una actitud permanente en el Partido Popular, que consiste en el manejo de mitos en su cultura política. Si Cataluña aprueba un nuevo estatuto, que significa que tenga más competencias, el PP, en vez de decir que les parecen demasiadas, prefiere hacer uso de una simplificación y decir que se está rompiendo España. Si el Gobierno inicia un proceso para elaborar una ley de memoria histórica, los populares, en vez de decir si les parece que hay que reparar o no a las víctimas del franquismo, le acusan de estar rompiendo el espíritu de la Transición , como si la política fuera cosa de los espíritus.
Ahora parece que el Partido Popular está buscando una nueva cruzada de lo inalterable para movilizar a sus bases y simpatizantes, en la larga recta final hacia las elecciones generales. Después de haber convocado en medio año más manifestaciones que en toda su historia, los cerebros pensantes de la derecha, capitaneados hasta ahora por Mariano Rajoy, están buscando un nuevo ariete con el que arremeter los muros electorales que les separan del poder.
La campaña “Gobierno de España”, lanzada por los expertos de marketing del Palacio de la Moncloa para contrarrestar el daño electoral que puedan haber provocado los estatutos, ha despertado los celos de una derecha que ahora tiene el deseo de demostrar que su amor por España es infinito y que nadie la quiere más que ellos. Como respuesta, los populares inician una campaña en defensa de la bandera española.
Ahora va a resultar que el principal problema de los españoles es que en los balcones de algunos ayuntamientos no hondee la señera española. Y para ello se han parapetado detrás de la ley. Espero que su defensa de la Constitución se extienda más allá de la defensa de los deberes y algún día comiencen a trabajar en la defensa de los derechos. Les regalo un par de ideas: que exijan el cumplimiento de artículos como el 47, que dice que todos los ciudadanos tienen derecho a una vivienda digna y adecuada; o el 35, que afirma que todos los españoles tienen derecho al trabajo.
Es posible que todo el ruido mediático y callejero que produjo el PP durante el periodo de negociación con ETA tuviera el objetivo de ensordecer lo que ocurría en el juicio del 11M. Ahora se acerca la sentencia y alguno puede tener la tentación de correr un velo sobre ella con forma de bandera. Todo se andará.
Publicado el 12 de septiembre de 2007

CONTRA EL FRAUDE

CONTRA EL FRAUDE

El gobierno británico está estudiando la viabilidad de un nuevo método para controlar el fraude de las personas que solicitan asistencia social, especialmente entre los que reclaman prestaciones por desempleo y ayudas para el alquiler de viviendas. Me confunde que un gobierno laborista persiga con tanto ahínco el fraude entre los más desfavorecidos, pero me sorprende mucho más el método con el que tiene previsto combatirlo.
El cerebro avispado de algún funcionario sin escrúpulos ha ideado un método que va a revolucionar la captura de pobres que no lo son. Se trata de aplicarles un detector de mentiras mientras son entrevistados por un asistente social. Así sabrán si dicen que están en el paro, pero hacen trabajillos en el mercado negro o si tienen dinero para tomarse una caña un domingo y no pasan el hambre que aparentan.
La verdad es que siento gran admiración por los seres humanos que se muestran capaces de cualquier método para salvar al Estado de una catástrofe económica. Desde que sé que persiguen al parado de larga duración que exagera lo que necesita para hacerse con unas cuantas libras con las que salir un día a tomarse un cerveza, me siento mejor.
Es importantísimo que el Estado combata el fraude, pero lo que habría que definir es exactamente cuál es el fraude que más interesa perseguir. Hay empresarios especuladores que en una sola operación desplazan hasta un paraíso fiscal millones de euros que escapan al control tributario. Estaría bien que con un detector de mentiras tuvieran que leer su declaración de hacienda ante un inspector de hacienda; seguro que eso repercutiría millonariamente en las arcas públicas.
Pero puestos a aprovechar la universalización de ciertos adelantos tecnológicos estaría bien utilizar el detector con nuestros políticos. Imaginemos por un momento que cada diputado, antes de entrar en el Congreso, tiene que instalarse en un brazo un detector de mentiras y tenerlo puesto hasta que salga.
Llevar ese aparato en un brazo conectado, y sin que sea mi intención generalizar, haría que algunos de nuestros parlamentarios aprendieran a mantener silencios y a discriminar con mucho cuidado. Les convertiría en seres más reflexivos y les inutilizaría la capacidad hablar de la realidad según lo que les interesa.
Ese instrumento en manos del pueblo sería un privilegiado mecanismo de control. Cuántos disgustos nos habríamos ahorrado si José María Aznar hubiera llevado el suyo durante los meses previos a la invasión de Irak, cuando hablaba de las armas de destrucción masiva como si las hubiera visto con sus propios ojos. O en los días en los que Miguel Ángel Moratinos aseguró que el Gobierno no tenía noticia de los vuelos de la CIA que llevaban presos a cárceles secretas, haciendo escala en aeropuertos patrios.
Podríamos inaugurar la era de la transparencia política, un avance en el ejercicio de la soberanía popular; habría llegado el momento de la detectocracia. Por cierto, si alguien decide llevar esta idea adelante que no se olvide de ponerles a los detectores de Acebes y Zaplana unas pilas especiales; aunque sean de larga duración se van a gastar pronto.
Publicado el 29 de agosto de 2007

ALGO CRUJE EN EL PP

ALGO CRUJE EN EL PP

Desde la sala de máquinas del Partido Popular llega un ruido un tanto extraño, aunque es posible que se pueda interpretar. No parece el simple chirrido de un rodamiento mal engrasado. Suena más bien a que alguien pretende cambiar algunos componentes o quizás el motor mismo. Es un sonido raro cuando la cosa se acerca a unas elecciones generales, pero posiblemente tiene que ver con la percepción de algunos de sus dirigentes de que su resultado no será bueno y hay que tomar posiciones para estar dispuesto a heredar el liderazgo.

Los movimientos que se están dando en el PP huelen demasiado a sucesión. Deben ser bastantes los que no confían en las posibilidades de Mariano Rajoy para ocupar, tras los próximos comicios, el Palacio de la Moncloa. Alberto Ruiz Gallardón se postula para formar parte de la lista de Madrid en las elecciones generales. Esperanza Aguirre se enfrenta a Zapatero directamente para aparecer ante la opinión pública como una líder a nivel nacional, dispuesta a convertirse en la primera presidenta de un Gobierno español. Rodrigo Rato abandona por razones personales su puesto en el Fondo Monetario Internacional y regresa a Madrid. Josep Piqué dimite, arrinconado por la línea más dura. Acebes y Zaplana se atrincheran tras el poco futuro político que tienen y el tenebroso pasado que atesoran.

Las distintas familias del partido toman posiciones para cuando caiga el actual líder. Y por lo mucho que se mueven no parecen dudar de que será pronto. Las reiteradas declaraciones de Gallardón pidiendo entrar al terreno de juego nacional lo ratifican. El alcalde de Madrid le ha hecho de paso un buen favor a Zapatero, trastocando la agenda del PP, que en esos momentos se afanaba en acusar a Zapatero de cobarde, por no acudir al Congreso de los Diputados a explicar qué está ocurriendo con el caos catalán.

El pasado pesa mucho y Mariano Rajoy anda enganchado a la línea más dura del partido que parece la que tiene el techo electoral más cerca de su cabeza. Las vivencias del 11 al 14 de marzo de 2004, con Acebes y Zaplana, parecen maniatar a un Rajoy que sólo podría salir de la UCI electoral con una dosis de moderación. A pesar de su repetido anuncio del viaje al centro no parece querer o poder llevarlo a cabo, enredado como está permanentemente en la política del “váyase señor Zapatero”. Difícil forma de que el electorado pueda percibir la necesidad de un cambio de presidente del Gobierno.

Mal síntoma político es ese cuando dentro de un partido hay importantes dirigentes más preocupados en suceder al líder actual que en poner toda la carne en el asador para llegar a gobernar. Y eso que los espectadores sólo podemos ver lo que ocurre cuando el telón está levantado. ¿Cuántas maniobras, cenas, camarillas, alianzas se estarán llevando a cabo en los alrededores de Génova?

Un joven eslovaco ha sobrevivido a una caída desde una altura de 1.200 metros. Su paracaídas no se abrió y el aterrizaje forzoso le ha llevado a sufrir simplemente algunas fracturas. Son casos que ocurren una vez de cada muchos millones. No parece que Mariano Rajoy vaya a tener una suerte así.

Publicado el 22 de agosto de 2007

VACACIONES FELICES

VACACIONES FELICES

Cada vez que paso por el Bierzo en mis vacaciones la cabeza se me llena de recuerdos. Debe ser la edad o que ahora tengo un poco más de tiempo libre el día de mi llegada. En los años 70, cuando mis padres empaquetaban a seis niños en un coche familiar, con una vaca repleta de maletas y bártulos, invertíamos prácticamente un día entero para llegar desde Pamplona hasta Pereje.
Las carreteras bercianas poco tenían que envidiar entonces a la montaña rusa más arriesgada que pueda promocionar un parque de atracciones de última generación. Me producían un pánico tremendo aquellos interminables precipicios en esa España de vía estrecha, por una calzada en la que algún ingeniero perdió el metro y no pudo calcular la anchura de asfalto que necesitan dos vehículos para pasar simultáneamente. Mis hermanas y yo teníamos siempre una bolsa a mano por si nuestro aparato digestivo se mostraba sensible al montón de curvas y baches con el que teníamos que convivir durante ese largo día.
Pero la recompensa era grande. Llegábamos a casa de la abuela Modesta y teníamos un mes por delante para convivir con nuestras raíces, en el sentido más amplio de la palabra. Nos pasábamos el día en la calle, haciendo la vida de una lagartija. Lo que ahora serían seis niños con una videoconsola,  entonces eran seis hermanos y varios primos haciendo turnos para poder disfrutar de la única bicicleta que podíamos llevarnos a las piernas, subiendo a los árboles para tomar alguna fruta prestada o llenando un bote de luciérnagas en busca de una energía mágica y alternativa.
Para nosotros el mundo de siempre era un mundo nuevo: la vieja casa familiar crujía por las noches y nuestros temores tardaban en acostumbrarse al lenguaje de sus vigas; nos sorprendía la naturalidad con la que un conejo (como el que veíamos en los dibujos animados) moría de un estacazo camino de la cazuela o la matemática exactitud con la que el mimbre se convertía en un canasto.
Nosotros intentábamos no entorpecer una vida mucho más apegada a los ritmos de la naturaleza que la nuestra. Levantando pocos palmos del suelo, queríamos colaborar en la cosecha y nuestra abuela o nuestros tíos, con inquietud y paciencia, trataban de introducirnos en las artes de la agricultura. Al final, lo poco que hacíamos retrasaba su labor más que otra cosa.
Cuando ahora vuelvo a Pereje y todo es más mecanizado y en la despensa conviven la huerta y el hipermercado, encuentro cosas que no cambian. Especialmente una; la insistencia, cuando visitas a un familiar, en atiborrarte de comida como si acabaras de llegar de una lejana posguerra. Y si no te apetece nada parece que le ofendes. Es la memoria de un tiempo en el que el hombre era inseparable de la tierra y juntos compartían muchas más cosas.
Por cierto, se habrán dado cuenta de que el país funciona aunque los políticos estén de vacaciones. No estaría mal que el resto del año fueran más discretos, cumplieran su labor, trabajaran por sus ideas y no llamaran tanto la atención.
Publucado el 8 de agosto de 2007

EL MISTERIO DE LA FELICIDAD

EL MISTERIO DE LA FELICIDAD

Chris Peterson, catedrático de Psicología de la Universidad de Michigan (EEUU), acaba de hacer público un estudio en el que ha medido los índices de felicidad que hay en el mundo. Una encomiable causa, aunque teniendo en cuenta que quizá sería mucho más complicado y voluminoso medir los índices de infelicidad.
Este psicólogo lleva años intentando descubrir algo parecido a una fórmula de la felicidad. No se trata de una pócima mágica, que nos haga a todos sentirnos dichosos a cada instante. Consiste en averiguar cuáles son las razones por las que una sociedad es más o menos feliz. Hasta el momento, según afirma en sus conclusiones, es una combinación de coraje, creatividad, optimismo, equidad, capacidad de amar y de estar satisfecho con lo que uno hace.
Los tres primeros puestos en esa apoteósica clasificación los ocupan: Suecia, Noruega y Dinamarca. La satisfacción de sus ciudadanos tiene una relación directa y objetiva con su renta per cápita. Y aunque a alguien pueda parecerle mentira, la presión fiscal que soportan sus ciudadanos es la mayor del planeta. Hay que tener en cuenta que el alto pago de impuestos tiene una relación directa con la protección social de sus Estados;  son los que más invierten en educación y sanidad y eso debe tener alguna relación con la felicidad.
Pero el profesor Peterson ha encontrado un fenómeno paranormal en su estudio, una de esas excepciones que suelen confirmar las reglas. Se trata de España. Según los parámetros seguidos en su investigación existe un desajuste entre la renta per cápita que tenemos y el nivel de satisfacción vital que mantenemos. Eso quiere decir que somos mucho más felices de lo que deberíamos ser con respecto a nuestros ingresos. Un dato que sin duda debe tranquilizar y satisfacer a miles de empresarios españoles que tienen la hermosa oportunidad de hacer felices a sus trabajadores con una pequeña inversión en el pago de las nóminas.
La conclusión de ese estudio que nos afecta explicaría muchas cosas con respecto a las condiciones sociales que soportamos los ciudadanos de esta península: bajos sueldos, pisos por las nubes, poco gasto social y una forma de ver el mundo laboral como un favor que nos hace la vida y no como un intercambio en el que tenemos derecho a exigir una remuneración justa con respecto al trabajo. Debemos ser de los pocos en el mundo que firmamos una hipoteca a 30 ó 40 años y hacemos una fiesta para celebrar que ya tenemos piso.
Imagino que el estudio tendrá un impacto brutal en nuestra clase política, preocupadísima como está por mejorar nuestra vida. Ya deben estar preparando un apasionante debate sobre la felicidad de la nación. El Partido Popular acusará al gobierno de que la infelicidad divide a los españoles. Y el PSOE propondrá una alianza de felicidades. Ni siquiera en algo tan básico estarán de acuerdo. Y mientras tanto, los ciudadanos de a pie tendremos que seguir recibiendo los sueldos más bajos del núcleo duro de la Unión Europea , pero con una gran sonrisa en los labios.
Publicado el 1 de agosto de 2007

UNA HISTORIA DE ESPÍAS

UNA HISTORIA DE ESPÍAS

El Gobierno va a tener que plantearse una subida de sueldo a los trabajadores del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Así no tendrán que pluriemplearse y trabajar espiando para otros países. Es lo que le debía ocurrir al doble agente que ha sido detenido por colaborar con el servicio secreto ruso, además del español. Después de llegar a casa, pasarse el día escondiendo micrófonos, falsificando documentos y abriendo correos electrónicos de sujetos sospechosos, debe ser muy duro que se acerque el fin de mes y ver que la cuenta corriente se acerca al cero.
Según el decreto que explica las funciones del CNI, este organismo tiene como principal objetivo porporcionarle al Gobierno información para prevenir y evitar riesgos que afecten a los intereses nacionales. Lo que no sabemos es cuáles son exactamente esos intereses por los que un agente del CNI se pone la gabardina y sigue durante días a un cuidadano o elabora un ifnorme. Y tampoco a qué geografía se refiere la palabra nacionales, ahora que el Estado español tiene varias.
Si mi jefe me hiciera trabajar horas extras sin pagarlas estaría bien que apareciera un espía y le explicara que si no cumple el Estatuto de los Trabajadores está atacando los intereses nacionales, a través de los míos, ya que soy uno de los más de cuarenta millones de personas que componen esta nación de naciones.
Se me ocurren montones de situaciones en las que me gustaría que interviniera un espía, como por ejemplo cuando un juez le quita a una mujer la custodia de sus hijos por ser lesbiana, aludiendo a que su descendencia corre el riesgo de que desarrollen la misma tendencia sexual.
Pero volviendo al espía que ha sido detenido; quizás el hombre lo único que quería era llegar a fin de mes y los rusos le ofrecieron un contrato a tiempo parcial, que aunque fuera en rublos venía bien para combatir la subida del euribor.
Los espías españoles son unos grandes desconocidos. Apenas sabemos de ellos cuando saltan a los medios de comunicación algunos escándalos políticos. Imagino que muchas veces me habré cruzado alguno de ellos. Mientras llevo a mi hija a un parque y de pronto suena mi teléfono móvil y un hombre desde un banco cercano me mira con aire despistado y lee la conversación en mis labios. Y cuando le miro disimula llamando a un niño que juega en el tobogan y que posiblemente no es su hijo y le sirve de tapadera.
En la página web del CNI hay un enlace para las ofertas de empleo. He entrado, porque también tengo a veces problemas para llegar a fin de mes. Pensé que los perfiles que buscarían serían: instaladores de micrófonos secretos, falsificadores de firmas o seguidores de personas. Pero la la búsqueda de personal del espionaje español es bastante aburrida: traductores, gestores, técnicos y un apartado que parece especialmente enigmático en el que dice: Inteligencia. Es la primera oferta de trabajo que veo en mi vida que busque trabajadores inteligentes y algo es algo.
Mientras escribo esta columna mi ordenador está conectado a Inernet y es posible que al haber tecleado las palabras como CNI o espía, un agente español o un doble agente extranjero haciendo horas extrás para nuestro servicio secreto, haya entrado a husmear en mi ordenador. Si hay alguna letra después del próximo punto, la ha escrito él.
Publicado el 25 de julio de 2007

QUE NO PASE JAMÁS

Aquel sábado el cielo lucía con especial intensidad. Las cerezas picoteadas por los pájaros se secaban, pendientes de las ramas. Las ciruelas claudias maduraban en los árboles mientras el trigo, la avena y la cebada amarilleaban las orillas del río. Las piedras de afilar preparaban las hoces para su duro trabajo.
Los niños, calzados con alpargatas, correteaban por las calles, se subían a los árboles, cazaban lagartijas y de vez en cuando se colaban en la sacristía para tratar de encontrar el lugar en el que el párroco escondía las ostias que todavía nadie había bendecido. Por las tardes se acercaban al río, a jugar con las piedras a la r ana y aprender a nadar sin un monitor que les explicara cómo tenían que mover los brazos. En esos años comenzaban a existir ratos de infancia en un país donde los niños habían sido parte de la fuerza de trabajo desde que sus músculos les permitían realizar algunos esfuerzos.
Las mujeres descolgaban las mimbres secas para hilv ana r cestos y conversaban al atardecer. Cuando acudían al lavadero charlaban animadamente de sus cosas, frotando y escurriendo la ropa, en uno de los pocos espacios que tenían reservados para su vida pública. Muchas de ellas trabajaban de sol a sol, tratando de enderezar a sus hijos y soñando con que pudieran ir a la escuela y mejorar sus condiciones de vida.
Los hombres trabajaban del día a la noche, ajenos a buena parte de la vida familiar, manteniendo una disciplina a prueba de sentimientos. Por las noches inundaban las cantinas donde jugaban al dominó o al tute.
La vida transcurría en aquel pueblo del Bierzo, acompañando a la naturaleza, siguiendo el ritmo solar, sobreviviendo en un momento de gran transformación social, con un gobierno que no paraba de construir escuelas y contratar maestros, pensando que la instrucción pública podía ser una herramienta para sacar a millones de personas del país del ana lfabetismo y la miseria.
Cinco meses antes una coalición de partidos de izquierda había g ana do las elecciones. Ese gobierno tenía un proyecto político que pretendía erradicar las tremendas injusticias sociales y garantizar oportunidades para todos los ciudadanos. La igualdad, la libertad y la fraternidad, el espíritu de la ilustración fran cesa, era la raíz de su acción política. Por fin los desfavorecidos, los que durante siglos no habían tenido ni voz ni voto, sentían que formaban parte de la sociedad, que el Estado les atendía, se preocupaba por ellos.
La vida transcurría con sus luces y sus sombras, en un país que se había convertido para mucha gente en esperanza para millones de seres humanos. Pero ese 18 de julio de 1936, los peores militares de nuestro país, los que servían a los intereses de la aristocracia terrateniente más reaccionaria, con la coartada de Dios y la búsqueda del orden, los que despreciaban la democracia porque repartía el poder y los recursos, destruyeron con un golpe de Estado esa oportunidad. Miles de hombres y mujeres fueron asesinados, obligados al exilio o encarcelados para que unos pocos conservaran intactos sus privilegios. Y millones vivieron durante cuatro décadas sin poder disfrutar la libertad ¡Que no pase nunca más!
Publicado el 18 de julio de 2007

EL TRABAJO DE LOS GENES

Recientemente, una conocidísima marca de refrescos, Coca-Cola, emitió un anuncio televisivo en la que se aplaudían diferentes situaciones. El mensaje era dar un reconocimiento a personas que asumían riesgos en cuestiones más o menos habituales de la vida cotidi ana . Una de ellas era la de un trabajador que terminaba la jornada laboral antes de que su jefe abandonara la oficina.
Para realizar ese tipo de campañas se llevan a cabo previamente una serie de investigaciones: grupos de discusión en los que se recoge información. En ellos se detectan estados de ánimo de los consumidores que luego se pretenden corregir o alentar con el mensaje publicitario. Esos estudios suelen ser radiografías sociales. Por eso, el hecho de aplaudir a alguien que se va de la oficina antes de que lo haga el jefe es la forma de representar un deseo que miles de personas no cumplen diariamente.
La sem ana pasada, durante una cena, hablaba con un amigo norteamericano acerca de ese anuncio y le pregunté si esa misma campaña habría sido emitida en Estados Unidos. Nada más preguntárselo se echó a reír y me explicó irónicamente que en una sociedad como la norteameric ana dar ese ejemplo en una televisión sería casi ilegal.
Compartiendo mesa con nosotros estaba otro amigo austriaco, que lleva varios años viviendo aquí y  todavía hay muchas cosas que no logra comprender. Nos contaba, por ejemplo, que le llamaba la atención lo mucho que trabajaban los españoles. En su país, me decía, al minuto en punto en el que se cumplen las ocho horas de jornada laboral, los trabajadores comienzan inm edi atamente su tiempo libre, sin regalarle a sus contratadotes trabajo extra, y se van a casa.
La relación que tienen muchos españoles con el trabajo es cuanto menos paradójica, por no decir patológica. Sobrevive una forma de pensar en la que parece que a un trabajador le “regalan” el sueldo, como si el empresario no necesitara su mano de obra y le estuviera haciendo un favor. Y el empleado devuelve ese favor soportando sueldos bajos, regalando anualmente decenas de horas extra y en muchos casos soportando situaciones y preocupaciones que no forman parte de sus funciones laborales.
Que los españoles nos comportemos así y que los austriacos no lo hagan no tiene que ver con la casualidad, ni con el destino. Se trata de la mentalidad, que es el modo de pensar que caracteriza a una sociedad; la forma en que reaccionamos ante diferentes situaciones, las respuestas que damos o no damos y las preguntas que nos hacemos.
Los trabajadores españoles tenemos en general una relación especialmente sumisa con respecto a las condiciones laborales. La misma que con otras situaciones en las que toleramos abusos que son aceptados con una naturalidad patológica, como si ocurrieran por causas ajenas a nosotros. Lo arrastramos en las costumbres que hemos heredado durante generaciones, escrito en el código genético de nuestra historia; un código que la educación y la cultura pueden cambiar para construir una mentalidad más libre.
Publicado el 11 de julio de 2007

LA MANO INVISIBLE

Hay gente que afirma que la economía es una ciencia y funciona como las matemáticas. Ocurre con muchas formas de conocimiento, como la sociología o las “ciencias” de la información. Pero los economistas muchas veces trabajan para reproducir las relaciones de poder y no pueden decir que dos que compran y dos que venden son cuatro.
La teoría económica moderna se desarrolló especialmente en el siglo dieciocho. Cuando algunas sociedades se industrializaban comenzó la reflexión acerca de cosas como la oferta, la demanda o el coste de fabricación de más productos, que abarata gastos.
Uno de los hombres que potenció esa teoría fue el británico, Adam Smith (1723-1790), con su teoría sobre la mano invisible. Algo así como que la libertad de mercado está dirigida por una inteligencia intangible que hace que las cosas funcionen, como un espíritu santo de la economía.
Un siglo después llegó Karl Marx (1818-1883) y explicó lo que era esa mano invisible; la lucha de clases. Se trataba de una relación en la que los dueños de la tierra y de las industrias trataban de multiplicar sus beneficios a costa de las condiciones de vida de los trabajadores. Y a su vez los trabajadores trataban de mejorar esas condiciones y limitar los beneficios de los empresarios. Así se produjeron algunas revoluciones.
Pero la mano invisible de la economía siguió campando a sus anchas, hasta que en el año 1929 se produjo el crack económico de Estados Unidos, poco después de la revolución soviética. Y los empresarios del mundo se asustaron, pensando que la crisis podía extender un malestar entre los trabajadores y que el ejemplo soviético se extendiera.
Entonces llegó otro economista, John Mainard Keynes (1883-1946), que marcó el camino a seguir para esa mano invisible. Promulgó la intervención del Estado en la economía, para crear un sistema de protección y prevenir desastres. Era una forma de decir que los empresarios debían hacer ciertas concesiones a los trabajadores y el Estado responsabilizarse de algunos de sus problemas. Así nació la Seguridad Social, se marcó una jornada laboral que no iba de sol a sol, se crearon sistemas sanitarios públicos y se estableció un colchón para que esas relaciones de poder no se vieran amenazadas por una crisis. Esos hombres, otros y otras mujeres han marcado el camino de la economía y en algunos momentos han conseguido desvelar el rostro de esa mano invisible.
La economía ha entrado en nuestras vidas y todos conocemos parte de su terminología. Los economistas que trabajan para la mano invisible han tratado de construir algo parecido a una ciencia, para predecir el futuro y especialmente para ajustar los beneficios a favor de los empresarios.
Pero esa ciencia tiene a veces zonas oscuras y efectos paranormales. Ahí va una. La Comisión Europea sigue preguntándose por qué en España hay en circulación 113 millones de billetes de 500 euros, más de la mitad de los que hay en toda Europa. Muchos españoles no los han visto ni en fotografía. Eso no tiene una explicación científica, pero sin ser economista puedo llamarlo dinero negro; ese que no paga impuestos y del que sólo disponen aquellos que tienen “una mano invisible”.
Publicado el 4 de julio de 2007

UNA POLÍTICA DE CUENTO

Érase una vez un país en el que los políticos casi nunca debatían de las cosas verdaderamente importantes. Preferían crear cortinas de humo y d edi car sus posibilidades de establecer la agenda política por cosas que responden más a sus intereses electorales que lo que realmente interesa a la ciudadanía.
Eran unos políticos que se alejaban de la realidad y a veces a muchos años luz de distancia. Especialmente despistaban los debates de cosas importantes y centraban sus polémicas en cuatro temas para ellos fundamentales, para no tener que hablar de cosas importantes.
Un día la OCDE , donde están representados los países con economías potentes, había asegurado que en los últimos diez años, los ciudadanos de ese país eran los únicos de ese exclusivo grupo que habían perdido poder adquisitivo. La noticia se escurrió entre los temas que ellos acostumbraban a debatir y se perdió en los márgenes donde está escrito este cuento.
Ninguno de sus protagonistas políticos pidió un debate para ana lizar la razón por la que unos pocos g ana ban poder adquisitivo mientras la mayoría lo perdía. Parecía tratarse de que nunca hubiera una discusión pública y política acerca de qué ocurría con los grandes beneficios que generaba su economía.
Se trataba además de un lugar en el que los empresarios obtenían uno de los mayores márgenes de beneficio del núcleo duro de la Unión Europea. Algo paradójico, cuando los ciudadanos tenían uno de los sueldos más bajos de esos quince países y uno de los precios más altos de bienes tan básicos como la vivienda.
Los políticos de este cuento hablaban del problema de la vivienda y los dos más grandes estaban de acuerdo a dar ayudas para comprarlas. No pensaban en la posibilidad de hacer algo para que fuera más barata, porque las ayudas para comprarla mantendrían su precio muy elevado por el juego de la oferta y la demanda.
Los políticos de este país de cuento se preocupaban más por unas víctimas que por otras. Decenas de mujeres estaban siendo asesinadas y ellos no hablaban de derrotar al machismo, de ilegalizar cualquier forma social o cultural de sostener ese comportamiento, en el cuál el destino de la mujer le pertenece al hombre. Tampoco les ponían guardaespaldas a las mujeres amenazadas, ni hablaban de las miles de ellas que vivían bajo un régimen de terror, ni de su falta de libertad de expresión, ni de las numerosas atenciones que se les proporcionaban a otro tipo de víctimas.
Era un país donde durante años se hablaba de los mismos temas. Donde los principales partidos se d edi caban a gobernar para las encuestas, más que para las personas; se preocupaban demasiado por mantener sus cuotas de poder, su posibilidad de ofrecer cargos políticos a otros personajes de ese mismo cuento.
A veces se escuchaban voces que pedían debatir de otras cosas, ver reflejadas en las instituciones los problemas de la gente de la calle. Gente que pedía otra forma de escribir el cuento, pero los que mandaban ya sabían cómo hacer que la gente se preocupara de lo que a ellos les interesaba. Y colorín, colorado.
Publicado el 27 de junio de 2007

LA EDUCACIÓN DE LOS CIUDADANOS

En los últimos meses se habla mucho de la violencia en los centros de enseñanza. Recientemente, la Fiscalía del Menor de Alicante ha dictado una orden de alejamiento para unos jóvenes que supuestamente habían acosado a una compañera.
Para poner remedio al asunto, algunos políticos han ideado diferentes soluciones, más o menos acertadas. El PSOE propuso hace unos meses, antes de las recientes elecciones, su intención de dotar a cada colegio de un policía. En Madrid, algunos colegios están intentando sustituir a los bedeles por guardias jurados. Una medida represiva que en todo caso sería como llenar de aire una rueda pinchada.
La verdadera solución del problema tiene que llegar de la mano de la educación. Los jóvenes que utilizan la violencia contra sus compañeros no han aprendido que deben utilizar otras formas de resolución de conflictos. Alguien no les ha enseñado a afrontar los problemas de otro modo; y lo que es peor, puede que de alguna manera hayan aprendido a utilizar la fuerza como una herramienta para relacionarse con los demás.
Aunque los padres son los responsables directos, los centros de enseñanza deben ayudar a corregir ese tipo de conductas. Es preciso inculcar en los jóvenes una cultura de los derechos humanos y para eso hay que educarlos para la paz, en un sentido amplio.
La asignatura “Educación para la ciudadanía” comenzará a impartirse el próximo curso. Sus objetivos son tratar de temas relacionados con los Derechos Humanos, la convivencia, la integración social de los inmigrantes y otras cuestiones que tienen que ver con los valores democráticos.
La iglesia católica ha iniciado una campaña contra esa nueva asignatura, en la que un sacerdote de un pueblo de Toledo ha llegado incluso a amenazar con que los niños que la cursen no podrán recibir catequesis en su parroquia. Esa institución, que lleva viviendo muchos siglos del permanente anuncio del Apocalipsis, ha visto ahora el fin del mundo cristiano en el hecho de que los jóvenes vayan a obtener una cultura que sin duda mejorará nuestra sociedad, inculcará buenos valores y ayudará a facilitar una convivencia con menos conflictos.
El Partido Popular también ha iniciado una campaña paralela. Hace unos meses, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, amenazó con revelarse contra el Gobierno y no impartir esa asignatura en los centros de enseñanza que dependen de la comunidad autónoma que preside. Lo dice la misma mujer que con dinero público está financiando colegios privados en cuyas aulas están separados los chicos de las chicas, una vuelta a la educación del siglo diecinueve.
Ayudar a los jóvenes a convertirse en ciudadanos mejorará sin duda nuestra sociedad. Y lo que debería hacer el Gobierno, que entrega y recauda muchos millones para la iglesia católica, es obligar a cambio a que todos los sacerdotes de España estudien educación para la ciudadanía. Así se resolverían muchos conflictos y quizás la iglesia aprendiera que no estamos en el tiempo en que era ella quien dictaba cuál era la política correcta.
Publicado el 20 de junio de 2006

¡QUE VIENE LA TRANSICIÓN!

El próximo viernes se cumplen 30 años desde que se celebraron las siguientes elecciones democráticas tras las del mes de febrero de 1936. Durante las cuatro décadas de la dictadura franquista este país no pudo elegir a sus representantes. Y el regreso de las libertades públicas abrió un complejo camino hacia la democracia.Durante toda la semana se van a repetir los actos conmemorativos y de exaltación de aquellos años en los que regresó la democracia gateando. Lo llaman el espíritu de la transición y lo utilizan de muy diversas formas, según convenga. La política española está sembrada de espíritus y eso es un síntoma de inmadurez democrática en la que los mitos sobreviven y se construyen más allá de los hechos.El interés de la clase política por exaltar la Transición y el reconocimiento a sus “padres” y a sus méritos no debería estar reñido con un análisis crítico y un conocimiento de sus luces y sus sombras. Voy a poner un ejemplo. En esas elecciones democráticas que se conmemoran ahora no estuvieron las papeletas electorales de todos los partidos políticos. Partidos como Izquierda Republicana no fueron autorizados a participar en los comicios. Un partido que había sido mayoritario en el anterior periodo democrático, el de la Segunda República. Se trataba de que en el parlamento que tenía que desarrollar el debate de la Constitución no hubiera diputados que cuestionaran la jefatura del Estado y se pudiera plantear la posibilidad de que España fuera una república, como había sido anteriormente a la dictadura franquista.La Transición estuvo repleta de diseño político, y no sólo el que llevaron a cabo los estrategas españoles. Estando en plena guerra fría y con un partido comunista muy activo en la oposición al franquismo, el interés geoestratégico de Estados Unidos estuvo muy presente en todo el proceso y los resultados del mismo permiten deducir que tuvieron bastante éxito.Otra de las cuestiones cruciales entonces era saber qué ocurriría con las autoridades franquistas que habían participado en las masivas violaciones de derechos humanos ocurridas en la dictadura. Para ellos se hizo, con la aprobación del PSOE y del PCE, la Ley de Amnistía que se aprobó con el parlamento elegido ese 15 de junio de 1977 y que dejaba libres de cualquier responsabilidad: “Los delitos cometidos por los funcionarios y agentes del orden público contra el ejercicio de los derechos de las personas”. Da igual lo que hubieran hecho porque no tendría ninguna responsabilidad penal. La sociedad española debe utilizar los beneficios de la democracia y tiene pendiente la construcción de una ciudadanía que participe de la política más allá del voto. Es una asignatura pendiente que debe nacer de una educación en la participación.Agradezco a la generación que me precede que haya construido una democracia de la que disfruto. Pero creo que no es bueno espiritualizarla ni mitificarla, ni a ella ni a algunos de sus progenitores porque fue hija del pueblo soberano y como todo hijo ha tenido defectos y virtudes.

Publicado el 13 de junio de 2007