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OTRA MIRADA

¿REFUNDAR LA MONARQUÍA?

Mientras usted está leyendo esta columna, en el Palacio del Pardo de Madrid habrá un ajetreo inusual para una multitudinaria fiesta. A ella asistirán cerca de 450 invitados;  representantes de distintos ámbitos de la vida política, económica y cultural, así como diversos titulares de instituciones públicas. Tal concentración de personas relevantes tiene un motivo onomástico; la celebración del 70 cumpleaños del rey Juan Carlos.
En las últimas sem ana s hemos vivido una verdadera operación de promoción de la institución monárquica y en concreto de la figura del rey Juan Carlos. Programas monográficos de televisión, suplementos dominicales, portadas en los periódicos, muchas horas de tertulia y encuestas con porcentajes de apoyo inusitados han derramado sobre la opinión pública una campaña laudatoria sin precedentes.
Y aunque los argumentos de tanto ajetreo m edi ático parecen construir socialmente la idea de una solidez implacable de la institución, la insistencia y el exceso hacen intuir todo lo contrario. Es posible que la monarquía pase por horas bajas, una vez que la solidez de la democracia española evidencia su falta de sentido y funcionalidad.

En muchos años existió un discurso social acerca del sacrificio y las incomodidades  que suponía ser miembro de la Familia Real. Pero esa percepción de la Corona se transformó cuando los tres hijos del rey Juan Carlos afrontaron su emancipación sin los numerosos problemas que afronta el común de los ciudadanos. También han influido hechos como que el príncipe Felipe se haya construido una casa de cientos de metros cuadrados, con cargo al erario público, mientras la gente de su generación pasa mil penalidades para tener una.
Durante los 40 años de la dictadura el fran quismo creó en nuestra sociedad la necesidad de su pro pia existencia. El paternalismo divino sustituido por el paternalismo dictatorial. Así llegó la transición y esa demanda de un “padre” generó un espacio en el imaginario colectivo para la figura del Rey. El 23 de febrero de 1981 y su intervención le hizo aparecer como el salvador
de la democracia. Eso ancló la institución y le convirtió en alguien aparentemente imprescindible para la convivencia de los españoles.
Pero con el paso de los años y la resolución y superación de conflictos el papel de la monarquía ha ido disminuyendo. La alternancia en el gobierno de socialistas y populares ha engrasado nuestra democracia y ha eliminado de forma natural esa necesidad de un padre supervisor.
Hay muchas cosas que no conocemos sobre sus actividades, pero la celebración de su cumpleaños no surge del clamor popular, sino de la estrategia que están siguiendo los responsables de la Casa Real para tratar de resurgir a la institución. En los últimos años la vida de la Familia Real se ha relajado, precisamente como consecuencia de su pérdida de funcionalidad. Eso quizá le ha permitido aprovechar algunas oportunidades que le hubieran permitido legitimarse. Por ejemplo, si tras el atentado del 11M el Rey hubiera exigido la verdad al gobierno de José María Aznar hubiera tenido una oportunidad de volver a legitimarse.
Publicado el 9 de enero de 2007

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