Blogia
OTRA MIRADA

ADIOS VERDUGOS

ADIOS VERDUGOS
El pasado sábado estaba haciendo zapping televisivo por los cana les que puedo ver en casa, gracias a la antena parabólica que mi comunidad ha sembrado en el tejado del edi ficio en el que habito. Saltaba por las imágenes del planeta: hambruna africana , la guerra de Irak, el cambio político de Estadios Unidos que acaba con la era Bush dos años antes de que abandone la Casa Blanca …
Seguí atentamente pululando por los desastres y las alegrías planetarias hasta que me detuve en la CNN, la televisión más internacional. Se trata posiblemente del medio de comunicación más influyente de la Tierra, capaz de presionar gobiernos, cambiar su imagen internacional o ser una herramienta política para los intereses yankis.
Atendiendo a la pantalla vi aparecer a una presentadora jovial y sonriente que anunciaba una noticia sobre Sadam Husein. La mujer, exhibiendo su dentadura de anuncio publicitario, aseguraba que la muerte en la horca no es tan dolorosa como parece. Entonces se daba paso a un reportaje en el que, con un esqueleto de plástico, un especialista explicaba los beneficios del ahorcamiento con respecto a otros métodos que utiliza el paladín mundial de la libertad, USA, para aplicar la pena de muerte.
Después de conocer con detalle los procesos biológicos que desencadena el descolgamiento de un cuerpo en una horca, casi sentí nauseas de que un medio de comunicación se convirtiera por unos minutos en la teletienda de la pena de muerte. Algo le está pasando al mundo para que ocurran cosas así, que permiten que se trivialice con una ejecución de un ser humano.
Independientemente de la responsabilidad que evidentemente tiene Sadam Husein en las violaciones de derechos humanos, la pena de muerte debería estar erradicada de nuestro planeta. En primer lugar por un principio laico de respeto a la vida. En segundo para evitar que un Estado o institución pueda tener en las manos una herramienta como esa; la decisión de eliminar a un ser humano.
La pena de muerte debería estar abolida en todo el mundo y en cualquier circunstancia. La eliminación de la vida no puede formar parte de ninguna legislación, independientemente de cual sea el delito que haya cometido una persona. Lo escribo en un país en el que durante muchos años la dictadura franquista la aplicó con impunidad y asesinó a miles de personas, en la mayoría de los casos por sus ideas.
Las reacciones ante la pena de muerte con la que se ha condenado a Sadam han sido ínfimas y las condenas hay que hacerlas por una mujer que lapidan condenada por adultero en el centro de África o por un criminal de guerra, aunque nos sintamos mucho más cerca de la mujer. Lo que ocurre es que no todo son condenas. José María Aznar ha celebrado la sentencia contra Sadam. Lo ha dicho sin que le tiemble la voz, con la misma firmeza con la que participó en el montaje de la carnicería de Irak o con la que el generalísimo firmaba los decretos que daban trabajo a los verdugos; esos profesionales que, por suerte, ya no son funcionarios en nuestro país.
Publicado el 15 de noviembre de 2006

0 comentarios