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OTRA MIRADA

LOS MUERTOS VOTAN

Me viene a la cabeza la idea de quién domina el mundo y me pongo a temblar, víctima de un ataque de escalofríos. El hombre más poderoso de la tierra, George W. Bush, acaba de anunciar el recuento de víctimas civiles de la guerra de Irak. El habitante de la Casa Blanca avisó, antes de hacer pública la cifra, que la decisión de intervenir en el país de Sadam Hussein había sido especialmente dura. Estoy seguro de que antes de dar la orden de ataque padeció los mismos temblores que padezco yo al oír su nombre.

Pero las palabras de este asesino planetario eran frías, como si no hablara de personas. Desde el inicio de la guerra se supone que han muerto 30.000 civiles. La mayoría son víctimas sin rostro, sin familia, a las que en los medios de comunicación no se les llora ni se cuentan sus vidas.

Mientras, al menos, 30.000 civiles morían en el suelo de Irak, víctimas de las balas del Tío Sam, miles de barriles de petróleo nacían con rumbo a los depósitos de los vehículos que recorren las grandes avenidas de la primera potencia del planeta. Son barriles sin rostro, sin nombre y sin apellido, que empresas norteamericanas llevan al mercado del crudo en el preciso momento que ese oro negro ha alcanzado su mayor cotización en el mercado internacional.

Nunca hemos oído ni oiremos al presidente USA pedir perdón por haberse inventado una guerra que ha costado tantas vidas. El arte del poder total es, a menudo, el arte de la impunidad total. Parece que si no había armas de destrucción masiva no pasa nada, la guerra era necesaria de todas maneras.

Pero los políticos republicanos de Estados Unidos no escatiman muertos ni dentro ni fuera de sus fronteras, si es que existen sus fronteras. Unas horas después del anuncio de Bush, su compañero de partido, Arnold Schwarzengger, gobernador de California, se lavaba las manos como Pilatos y aplaudía la ejecución de Stanley ’Tookie’ Williams, un preso norteamericano que llevaba 30 años en el corredor de la muerte y que había sido nominado varias veces al Premio Nobel de la Paz, por sus trabajos contra la violencia y su labor de concienciación de los jóvenes de barrios conflictivos.

El actor de origen austriaco que gobierna California, internacionalmente conocido como Termineitor, ha utilizado la ejecución de Tookie para recuperar popularidad en las encuestas y reconciliarse con los militantes de su partido. Debe ser que el acta de defunción de un preso negro nominado a un premio de la paz debe dar más votos que aprovechar que se ha reinsertado y que quiere ofrecer su ejemplo. Mientras la inyección letal penetraba en las venas de Tookie, las encuestas aumentaban las posibilidades de que Arnold Schwarzengger pueda ser reelegido en las próximas elecciones.

Al tiempo que medio planeta condenaba la ejecución de Tookie, George Bush conocía los primeros resultados de las encuestas llevadas a cabo tras el anuncio del número de víctimas de Irak. Los 30.000 muertos iraquís han aumentado la popularidad de Bush, confirmando la teoría de que los muertos de segunda aumentan los votantes de primera. Es como si los muertos votaran a favor de sus asesinos.

Publicado el 14 de diciembre de 2005

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