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OTRA MIRADA

UN POCO DE CRISPACIÓN

El Departamento de Crispación del Partido Popular (no me extrañaría que existiera) está desarrollando estos días una frenética labor, tratando de obtener buenos resultados con respecto a los objetivos para los que ha sido creado. Las últimas declaraciones de los dirigentes populares dan sobretodo medida del arte que aprendieron, en sus años de gobierno, para que la sociedad no debata acerca de lo que realmente es interesante.
Las declaraciones de Ángel Acebes, en las que aseguraba que “el proyecto de ETA es el proyecto de Zapatero”, son el mejor ejemplo de su capacidad para crispar. Aumentar el nivel de ruido ante la opinión pública es una buena forma de que no se escuchen otras voces y otras ideas.
Parece mentira que un líder político de nuestro país sea capaz de realizar tamaña afirmación. Pero cuando un político dice algo así, no es gratuito. Detrás tiene que haber un objetivo, que en este caso podría ser, por ejemplo, el de calentar la manifestación del próximo sábado. Una manifestación que en su lema trata de saber la verdad acerca del atentado del 11-M. Debería tener cuidado Acebes, que en aquellos días era ministro del Interior, por si la manifestación se volviera contra él, que es quien ocupando el cargo que ocupaba, debería saber más cosas acerca de lo ocurrido.
Si se revuelve el río es para ganar algo. Y Esperanza Aguirre no iba a ser menos. Sus afirmaciones de que el PSOE tiene que pedir perdón por haber sido marxista antes de 1979 y haber estado vinculado por ello a la dura represión estalinista son de coleccionista, o por lo menos de la próxima edición de la Antología del Disparate.
La señora Aguirre milita en un partido fundado por el ministro de una dictadura que apoyó y condecoró a Adolf Hitler, que obligó a exiliarse a decenas de miles de españoles y que fusiló a más de 50.000 personas tras el final de la guerra civil. Pero tengo la impresión de que ella tiene otro objetivo. En su carrera para quitarse de en medio a Mariano Rajoy necesita ese tipo de pértigas, para saltar de la realidad informativa de Madrid a toda la opinión pública del Estado. Y qué mejor que decir una burrada de esas dimensiones para aumentar el alcance de sus palabras. Así, su nombre, que es además una marca política, circula entre los consumidores de líderes políticos, que pueden verla como una futura habitante de La Moncloa.
En el edificio de la calle Génova, donde se encuentra la sede central del Partido Popular, debe haber toda una planta dedicada a la fabricación de crispación. Debe ser una máquina muy grande que envía una especie de ondas sísmicas a los cerebros de sus líderes. La máquina lleva dos años funcionando a su intensidad máxima. Si yo trabajara en ese edificio la llamaría el calamar. Porque cuando las cosas no salen como se espera en un debate sobre el estado de la nación o el gobierno toma medidas que aumenta su popularidad, empieza a manar del mecanismo una tinta en forma de palabras o declaraciones que esconden el hecho del que quieren escapar y así la opinión pública deja de ver el momento en el que fracasaron o se equivocaron y el debate consiste en si sus declaraciones han sido sacadas de contexto. Lo que sí es cierto es que el PP está fuera de contexto; en uno que ocurrió hace doscientos o trescientos años.
Publicado el 7 de junio de 2006

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