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OTRA MIRADA

ADIÓS A LA LEGISLATURA

El próximo día 20 de diciembre el Congreso de los Diputados celebrará su último pleno de esta legislatura. En él se aprobarán, si las mayorías así lo deciden, las leyes que han estado pululando en el limbo político y que después de esa jornada entrarán en tromba en el Boletín Oficial del Estado.
La verdad es que esta legislatura ha sido especialmente rara. El Partido Popular tenía una misión importante que llevar a cabo y era enturbiar el ambiente político para desviar la atención de la opinión pública. Muchos esfuerzos han hecho lo populares para que el recuerdo de lo que hicieron entre el 11 y el 14 de marzo de 2004 no esté presente en la sociedad española. Y para esconder una actitud que debería haber tenido como consecuencia la dimisión de varios dirigentes tras una pública y notoria petición de disculpas.
A partir de la toma de posesión del presidente Zapatero comenzó la máquina de hacer ruido del PP a trabajar a toda máquina. En sus primeros planteamientos se crearon dudas sobre el resultado electoral. Las manifestaciones espontáneas llevadas a cabo en la jornada de reflexión del 13 de marzo fueron la excusa para sembrar sospechas sobre el proceso electoral y dudas acerca de la legitimidad del recién elegido gobierno.
Después pusieron a trabajar a destajo a su departamento de sustos, conociendo que somos una sociedad especialmente sensible al miedo. Los primeros tenían que ver con la ruptura de España, por el hecho de que Cataluña estrenaba un estatuto que aumentaba sus competencias. Era Rajoy miembro del gobierno de Aznar cuando los acuerdos que llevaron a cabo con CIU para gobernar tuvieron como consecuencia un aumento de las competencias de la Generalitat catalana. Y en vez de decir que consideraban mejor un Estado más centralista, los chicos de Génova prefirieron acudir al mito y arengar que España se estaba rompiendo, algo que hasta ahora ningún experto en grandes movimientos geológicos ha podido constatar.
Después llegó la tregua de ETA y el Gobierno anunció la negociación. Y como ese proceso coincidía con la vista del juicio por el atentado del 14 de marzo, Acebes y sus muchachos decidieron convocar en las calles de Madrid una carraca política. Así los evidencias de sus mentiras tras el atentado del 11 de marzo que iban aclarándose en las sesiones del juicio quedaban sepultadas tras sus quejas por unas negociaciones que ellos mismos habían llevado a cabo cuando gobernaban y con más “valentía” que la de Zapatero, porque Aznar acercó al País Vasco a más de cien presos de ETA.
A falta de borrar el pasado, mejor esconderlo. Sólo ese proceso de negación permite comprender el atrincheramiento de la cúpula del PP. Siguen siendo las mismas caras que fracasaron en la gestión de la información del atentado. Una gestión que posiblemente llevaron a cabo porque calcularon que en la información de la autoría del atentado radicaba la diferencia entre una mayoría simple y una absoluta.
Cuesta entender que un partido no emprenda una renovación tras lo que ocurrió en torno al 14 M y que permita que un error de esas dimensiones les pueda hacer perder dos elecciones generales.
Publicado el 12 de diciembre de 2007

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