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OTRA MIRADA

SÓLO UNA FICCIÓN

SÓLO UNA FICCIÓN

Con las nuevas tecnologías, la vida cotidi ana se está haciendo muy compleja. Hasta hace unos años era fácil distinguir la realidad de la ficción. No tenías ni que pensarlo. Cada una caminaba por su lado y apenas tenían roces. Lo que yo sabía perfectamente era distinguirlas. Aquí una y ahí la otra. La frontera que las separaba estaba perfectamente definida. Eran como dos animales de especies diferentes. Yo las percibía e inm edi atamente podía decir: aquí están las cosas que ocurren realmente y aquí las cosas que pasan ficcionadamente. Eso me daba una gran tranquilidad porque sabía qué suelo pisaba cuando llegaba información a mi cerebro a través de los sentidos.

 

Pero últimamente las cosas han cambiado mucho y esas dos sustancias con las que nos relacionamos han perdido impermeabilidad. Se han vuelto porosas, transitables y a menudo el apéndice de uno se introduce en la otra y viceversa. El mundo cada vez es más virtual y en ese territorio tenemos que movernos los seres humanos en las sociedades industrializadas.

 

El vídeo de la campaña contra el hambre en el que se ve cómo unos jóvenes se adentran en el hemiciclo del Congreso de los Diputados es un claro ejemplo de lo que digo. Su difusión ha causado un gran debate, quizás excesivo. Unos dicen que ha sido una afrenta el hecho de que unos jovencitos se hayan “colado” en el lugar donde reside la soberanía del pueblo y que merecen un castigo. Otros argumentan que los muchachos no han hecho nada a nadie y que como lo hacían por una nueva causa hay que quitarle hierro al asunto. El vídeo trata de vendernos una ficción en el envase de la realidad.

 

En los últimos años, con la llegada de los programas de televisión que se conocen como reality shows, la realidad ha comenzado a difuminarse y comportarse como la ficción. El anuncio de la campaña contra el hambre ha sido eso; un intento por hacer creer que alguien había robado la silla del Congreso de los Diputados en la que se sienta el presidente del Gobierno.

 

A fuerza de confundir una cosa con la otra los seres humanos de las sociedades computerizadas vamos a dejar de distinguir lo que nos rodea. Será una forma de volver a la caverna. El mito de la caverna de Platón decía más o menos que lo que percibimos los seres humanos son las sombras de una realidad que ocurre fuera de nuestro cerebro, una realidad a la que nunca vamos a poder mirar a los ojos.

 

El problema nació cuando la luz y la sombra empezaron a parecerse. Los hombres empezaron a hacer guerras en nombre de la libertad de los pueblos, pero les interesaba la libertad de las empresas.  Las desgracias que sólo habíamos conocido en las películas entraban en los tel edi arios en forma de aviones que se estrellaban contra rascacielos o asesinos en serie que asaltaban colegios.

 

A pesar de lo dicho tengo que reconocer que no todas las realidades son blandas porque las hay inconfundibles, que no cambian y que nunca serán ficción. Una realidad que consiste, por ejemplo, en que el presidente Zapatero seguirá teniendo su asiento en el Parlamento. Y otra, que los gobiernos occidentales, a pesar de que puedan hacerlo y lo han prometido varias veces, no harán que el hambre en el mundo sea sólo una ficción.

Publicado el 4 de octubre de 2006

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