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OTRA MIRADA

EL SÍNDROME DE DIÓGENES

Cada cierto tiempo aparece algún caso nuevo en los medios de comunicación. Una persona mayor, que generalmente vive sola y acumula en su casa toneladas de desperdicios. El resultado de tanto deshecho es a veces consecuencia de la retención de la propia basura; y en otros casos el de la recolección que esas personas llevan a cabo por las calles de su barrio.

La psiquiatría ha bautizado estos comportamientos con el nombre de “Síndrome de Diógenes”. Se ha utilizado la figura del filósofo griego que hizo de la austeridad uno de los principales valores de su forma de vida. Esa misma austeridad, o una relativamente similar, sostienen las personas que padecen el síndrome. Por eso en numerosas ocasiones se encuentran entre sus objetos personales cantidades de dinero apreciables, fruto de una economía de guerra y una vida enfocada a la acumulación y no al gasto.

Las razones por las que este tipo de personas acumulan objetos son múltiples. En la mayoría de los casos se diagnostican trastornos mentales que convergen en ese tipo de comportamientos. Son personas con patologías diferentes que manifiestan un mismo síntoma. A veces provocan a su alrededor una “locura compartida”, involucrando a alguno de sus familiares en el imparable proceso de acumulación y almacenamiento de cachivaches.

Cuando el síndrome es especialmente agudo puede considerarse infinito. Eso quiere decir que la acumulación de objetos no tiene fin dentro de los dominios residenciales del paciente. Se han dado casos en los que la persona que lo padecía dormía en la escalera de su edificio porque en el interior de su casa ya no cabía ni un alfiler.

La acumulación de esa clase de objetos no es el único síntoma del síndrome. A menudo, se trata de personas desaliñadas, que descuidan su higiene personal. En otros casos los sujetos habían alcanzado una cierta especialización, dentro del ejercicio de ese inútil coleccionismo. Los hay especializados en bombonas de butano vacías, en neveras, en sillas; como si en la repetición encontraran una cierta claridad dentro de sus confusos objetivos. Pero siempre sin que la inutilidad repercuta en su acumuladora rutina.

Pero la pasión por acumular cosas viejas no es patrimonio exclusivo de ese tipo de individuos. Existen grupos humanos que desde una cierta perspectiva podrían padecer el síndrome de Diógenes. Me refiero, por ejemplo, y no por casualidad, al Partido Popular. Mariano Rajoy y sus muchachos son incapaces de liberarse del lastre de otros tiempos.

En los últimos meses les hemos visto acumular rancio conservadurismo; la levedad con la que condenaron la declaraciones del Teniente General Mena, acerca de una intervención del ejército en Cataluña; su apoyo a los valores más caducos del catolicismo o su defensa del fiscal Fungairiño, al que tanto cariño le tiene la familia Pinochet, desde que el dictador chileno evitó ser juzgado y encarcelado por nuestra justicia. Toneladas de tradicionalismo que han llegado a nuestros días y que entorpecen nuestro camino hacia el progreso. Y en el fondo de tanto principio envejecido, José María Aznar, sonriendo al presente desde lo más profundo del siglo diecinueve.

Publicado el 8 de febrero de 2006

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